Dicen por ahí que las mujeres que escriben son peligrosas. Es cierto, cuando Isa González empuña la pluma, el lápiz o la computadora, el universo y sus dimensiones se trastocan, colisionan, se abisman en el más profundo misterio de la identidad humana.
Y el sexo, las relaciones entre hombres y mujeres, los secretos familiares, los ocultamientos
y las máscaras de una sociedad en perpetuo cambio, son los temas favoritos de esta escritora nacida en el pleno corazón de la ciudad de Puebla.
Contradicciones y vivencias que no encuentran acomodo en el anecdotario puritano de las tradiciones domésticas. A que llamamos amor se erige así en el territorio por donde transita la prosa rápida, nerviosa e inteligente de una autora que desoye las llamadas al orden y al sosiego y que ejerce su poder para escapar de los esquemas habituales, de los roles que por tradición han encarcelado la voluntad de creación de las mujeres.
Ya Lionel Trilling señaló que el creador auténtico tiene algo de maestro, pero también de tirano o asesino. Para Isa González narrar es hacer un pacto con las fuerzas vitales de la pasión pero también con los sándwiches de queso, las minifaldas entalladas, los tíos incestuosos, la anarquía, y los milagros como besos robados dentro de una alacena.
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