Isabel González Bretón ha construido este racimo de textos narrativos como obedeciendo la consigna de una mirada que, a su vez, sigue la huella de la mirada de sus protagonistas. El destino de ambas es el mismo: el cuerpo. El cuerpo como hábitat y como fatalidad. El cuerpo como inerme provincia donde el deseo recibe la capitulación de alguien que observa. Y el ojo, entonces, deviene instrumento de rapiña y sátira en ocasiones despiadada.
La autora de estos cuentos nos presenta un breve inventario de mujeres no sólo transgresoras y diferentes, sino emancipadas, por virtud del deseo, de la obligación de ser lo que aparentan. Fogonazo de la voluntad que arde un instante, quizá de manera clandestina o provisional. Entre la fingida y atormentada castidad de la monja de "Alas de Plata" y el exhibicionismo desenfadado de la voluptuosa adúltera de "Cancha Abierta", se despliega un seductor catálogo de las posibilidades de lo erótico.
Cuentos asediados por la suntuosidad gozosa del cinismo, estas narraciones pueden leerse a fin de cuentas como una divertida crítica a la banalidad de nuestras pretensiones más patéticas y a la gazmoñería que hace de la sexualidad un campo minado por el que, sin embargo, los personajes de González Bretón que transitan con soltura, evadiendo la catástrofe, jugando con el riesgo y dejando atrás una estela de ropa íntima: minúsculos calzones, ligueros negros, camisones entreabiertos, y tacones que se hunden en la memoria cenagosa del lector.
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